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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2023-11-04 | | ENTREVISTA A GUILLERMO SAMPERIO (1948-2016) Guillermo Samperio*, en busca de una nueva propuesta literaria Rulfo debió haber sido Premio Nobel de Literatura, advierte el cuentista Por Sergio Hernández Gil Mentiroso, cual buen cuentista, Guillermo Samperio se reinventa, como Juan Rulfo, en cada palabra que vierte —por cierto, lentamente, uniendo una con otra en las nubes de su mente para fabricar metáforas y parábolas sorprendentes—, y así darnos nuevas pero verosímiles versiones sobre sí mismo y su historia familiar, cambiar sus influencias literarias y sus autores preferidos, modificar las causas que lo llevaron a escribir cuentos y dar un giro a este arte en busca de una nueva propuesta literaria. “Casi terminé un proyecto que metí al Sistema Nacional de Creadores, que consistió en escribir un libro de prosas poéticas que tuvieran un final de cuento, que se perciba apenas en la narración que estás escribiendo. Ya no hay un tiempo lineal, manejas la prosa poética como la entendemos y luego empieza a girar de tal modo que apenas percibes que estás en la lectura de una historia, casi al cierre un final de cuento”. Con 60 años de edad, más de la mitad de ellos dedicados a escribir, y considerado por muchos –entre ellos Silvia Molina y Hernán Lara Zavala– como el mejor cuentista mexicano vivo, Guillermo Samperio, tras más de un año de inactividad –“sólo he leído mucho, mucho”– convalece de una larga dolencia de la espalda y de una afección en el ojo izquierdo que apareció cuando estaba ya prácticamente recuperado del pinzamiento lumbar. No obstante, el maestro Samperio, como le llaman sus discípulos –yo incluido— de los talleres que ha encabezado por más de veinte años en diversos centros culturales del Distrito Federal, sonríe maliciosamente y tratando de sorprender gesta un engaño: “mira, aquí tengo un incunable” (término que designa a las primeras obras publicadas en el siglo XV con imprenta moderna) dice al tiempo que muestra un ejemplar de Anteojos para la abstracción, novela suya editada en 1994, construida a base de metáforas e imágenes producidas por un lenguaje sensual y poético, a grado tal que se transforma en erotismo puro. Seguimos el juego y recorremos el libro desde la portada, las solapas, la hoja legal, la guarda (“ésta es la de autógrafos”, dice), la contraportada, y examinándolo abrimos la puerta del pasado, de cuando comenzó a escribir canciones para una muchacha que le gustaba, “pero finalmente me cansé, sentí que no era lo mío”. ¿Y por qué canciones? “¡Ah!, es que mi padre formaba parte de un trío, el Tamaulipeco de los Hermanos Samperio, nombre que les puso Azcárraga Vidaurreta para ponerlos a tocar en la “W”, ya que ellos estaban en la “Q” y tenían un nombre horrible, del que no me acuerdo”. Sobre él, dice Silvia Molina: “El trabajo de Samperio, el registro de la vida de infinidad de personajes, la actitud frente a su oficio, la vida, los conflictos del momento que habita, superan su propia circunstancia y lo convierten en el mejor cuentista que tenemos, en un destinado a sobrevivir porque descubrió otra manera de decir y de contar, con una prosa traviesa o poética o erótica, y con temas y textos insólitos, originales y únicos”. Explica el cuentista que cuando empezó a escribir ya había leído bastante: Kafka, Arrabal, Camus, el Marqués de Sade (Justine), “yo no comencé leyendo aventuras como verás, sino complejidad, erotismo, absurdo, teatro, poesía”, incluso, añade sarcástico, las memorias de Pancho Villa “un tomote que tenía mi padre”. Ahora, dice, terminé de leer Absalón, Absalón, de William Faulkner, “es una obra maravillosa. He leído algunos nobeles y creo que uno que se lo ganó muy bien es Faulkner. Hemingway no sé si se lo ganó, los últimos cuatro o cinco premios nobeles de literatura no creo tampoco que lo merecieran, incluido el portugués, para que leer a Saramago si ya leímos a Vargas Llosa” apunta y remata: “Rulfo debió haber sido Premio Nobel” Con talento en sus manos, Samperio fue dibujante, desde los 18, en el Instituto Mexicano del Petróleo –“muy bien pagado”– y quería ser pintor “y ser pintor era una maldición, escribir me angustiaba menos, hasta que entré al psicoanálisis a los treinta años y ahí ya pude desatorarme, era una cosa así como que no quería yo superar a mi padre, ese era el conflicto, la angustia de dejarlo atrás”. Su primer cuento publicado se llamó Cuando el tacto toma la palabra, que da título al volumen que editó el Fondo de Cultura Económica, y en el que reúne los cuentos escritos entre 1974 y 1999. En 1977 ganó el más importante premio en América Latina de la época, el Casa de las Américas con el libro de cuentos Miedo Ambiente. “Eso me dio fortuna. Salió la noticia en la primera plana de los periódicos e inmediatamente Grijalvo me publicó ése y otros dos libros, entre ellos el primero que escribí, Lenin en el Fútbol”. Eso sirvió también para que fuera invitado, por instrucciones de Porfirio Muñoz Ledo, a colaborar en la Secretaría de Educación Pública como asesor de Javier Barros Valero, entonces director de Publicaciones. Para él, sin lectores no hay literatura. “Yo me refiero a que la literatura surge en el momento en el que el texto escrito es leído o escuchado, mientras está guardado en el cajón no existe”. Sus personajes, añade, pueden surgir de la realidad pero al escribir el texto, conforme se avanza, pueden tomar caminos inesperados, se van transformando de acuerdo a las necesidades de la historia que se está narrando. Considera que la política para estimular la escritura debería crear más talleres como el Centro de Lectura del Instituto Nacional de Bellas Artes en la colonia Condesa del Distrito Federal donde se presentan escritores para hablar de su obra y de la de otros, donde las personas pueden leer sus creaciones y “tallerear” o simplemente ir a leer, es una oferta múltiple que debería haber en todo el país. También, añade, a los autores ya con obra publicada deberían de promoverlos más en el extranjero, promoverles traducciones a otros idiomas y apoyarlos para que vayan a otros países a exponer su trabajo. *Guillermo Samperio, tiene una amplia y variada obra cuentística: Cualquier Día Sábado (1974), Miedo Ambiente (Premio Casa de las Américas 1977), Gente de la Ciudad (1985), Cuaderno Imaginario (1989), Cuando el tacto toma la palabra (cuentos 1974-1999), La cochinilla y otras ficciones breves (1999), La mujer de la gabardina roja y otras mujeres (2003); novelas: Anteojos para la abstracción (1994) y Ventriloquia inalámbrica (1996) y ensayo: Después apareció una nave, recetas para nuevos cuentistas (2002) y Los franchutes en México (2000). Entre otros cargos, ha sido director de Literatura del INBA, director de Difusión Cultural de la Universidad Iberoamericana, asesor de la dirección de Publicaciones de la SEP, y ha recibido múltiples premios y homenajes por su obra y trayectoria. Respecto a su experimento literario señala: su descripción sería prosa poética con final de cuento. Son un poco complejos, algunos no son para un lector que empieza a leer, tal vez para algunos requerirá un par de lecturas, y en tono jocoso presenta un ejemplo gráfico con sus manos que nos bota de risa: “es como un clavo, cuando ya ha entrado la mitad empieza a girar y ¡pum! cambia su función, empieza como clavo y termina como tornillo. El género clavo-tornillo, jajajaja”, ríe burlonamente. |
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